Diez quinquenios de vida intensa en la Ciudad del Masma y con una integración esmerada y plena a la sociedad de la Paula deben ser méritos más que suficientes para considerar a esta persona tan, o más, mindoniense que muchos de los que nacimos en Mondoñedo.
Se casó en la Ciudad episcopal y formó una familia ejemplar, de cuyos miembros se puede tomar nota para ser una persona digna y maravillosa. Y hasta fue Concejal en nuestra Ciudad.
Es en mi inolvidable y querido San Rosendo, donde, entonces, se cacheteaba, te arrodillaban y había simpatías, este gran hombre y extraordinario profesor de dibujo, siempre actuaba de reconciliador y trataba al alumno con el delicado binomio “padre-hijo”, además de hacer, con sus clases magistrales, de un alumno chapucero un dibujante amateur, así como enseñarte a hallar, leer y dibujar las curvas de nivel, sobre el terreno, como si de un topógrafo se tratara, y a manejar con cierta destreza el taquímetro. Y rara vez una palabra más alta que otra para encaminarnos en la vida.
Escultor muy destacado, que no duda en enseñar su firme sapiencia a los demás, en especial a los que sus alumnos fueron. Sus esculturas parecen hacernos ver en vivo a los protagonistas que inmortaliza, como se puede apreciar en la obra contempladora de Álvaro Cunqueiro en la incomparable Plaza mayor de Mondoñedo o en la talla a don Purificación de Cora y Mas Villafuerte que representa al artífice saliendo del edificio de la primera redacción del Diario El Progreso con el primer ejemplar del periódico bajo el brazo y en altura real, actitud que tanto a mi me impresionó y enamoró.
Enhorabuena valencianomindoniense. Así lo opino
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