Cuando escribimos sobre los que hablan o escriben como si fueran dogma de fe o como si fueran poseedores absolutos de verdades totales que no se les puede contradecir, olvidando los inicios de donde vienen, por supuesto que no nos estamos refiriendo a la clase social a la que pueden pertenecer o de la que procede una persona, como claramente se debiera entender de nuestra redacción de poca monta. Nada tiene que ver. Nos estamos refiriendo a que estas personas se olvidan de cuando iniciaron  su profesión que, como todos, no eran tan expelidas (diría mi amigo P.) como cuando llevas unos años desarrollándola (Todos iniciamos nuestra profesión).
Aquellos pueden ser unos intolerantes, unos presuntos prepotentes en el siglo presente y en el pasado y en el que viene. 
Yo sí creo, a veces, en lo que no veo. Yo sí creí a mi padre cuando me contó que en una batalla de la Guerra de África perdiera 5.000 compañeros. Y no ando por el Mundo “de que todo lo sé” y que los demás son inferiores a mí. Soy una persona normalita del todo y lo sé. ¿Me entiendes ahora? Así lo opino.  
 
LORENZO ARES ROBLES - Mondoñedo


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