Si la eternidad sustenta al tiempo, podemos decir que la única forma de que una gota de agua no se seque es…echándola al mar. Ella es luz, mar y ahora…eternidad.
Doña Remedios, mi querida Doña:
La conocí cuando era mi profesora de ciencias sociales pero en poco tiempo descubrí que era una maestra, me parece que esta palabra encierra mucho más, es más tierna, profesores hay muchos. Maestros, muy pocos. Me enseñó cosas de la vida que nunca olvidaré. Estuvo en mis etapas más dificiles y también estuvo en mis buenos momentos.
No sólo fue mi maestra, con Usted podía hablar de lo divino y de lo humano, y sin más pasar a lo trivial.
Sé que no sólo lo hizo conmigo, se esforzó en estar con todos y por todos, ya que su naturaleza era esa, orientar a todos aquellos que durante años desfilaron por sus aulas, por su calle, por su hogar... Su naturaleza, era darnos las herramientas y mostrarnos el camino para ser mejores, y no sólo mejores profesionalmente, sino también mejores como personas.... Era la Amiga, la Compañera, la Madre, la Esposa. La referencia de muchos. Era y seguirá siendo un pilar, una base firme, una emoción, un sentimiento que quedará para siempre, aunque Usted ya no esté. Sus enseñanzas permanecerán. Además, creo firmemente que mientras que álguien la tenga en su recuerdo Usted no se irá del todo y somos muchos los que nunca la olvidaremos.
Junto a su marido, enseño, preparó y educó a generaciónes enteras, y no sólo en las aulas. Luchó porque todas las personas tuvieran las mismas enseñanzas, las mismas oportunidades.
Querida Doña: Dícen que los que nos acontece nos lleva a ser quienes somos. Usted fue la menor de sus hermanos,”la peque” como ellos la llamaban a pesar de quedar huérfana muy jóven supo sacar provecho de la adversidad (en beneficio de los demás) con su bondad, con su inteligencia con su caridad. Pero sobre todo con su pasión: La enseñanza.
Ojalá que dónde vaya esté bien, aunque sé que nadie más que Usted merece el Cielo para continuar su gran obra de enseñanza…
Que en este momento del adiós, el Señor le de su mano y a través de él, le lleguen mis palabras.
El vacío que siento es enorme, pero la alegría de haberme cruzado en su camino y de haber sido partícipe de su vida es una gran herencia que me ha dejado. He sido afortunada de oir sus palabras, de escuchar sus consejos…y de haber compartido tantos y tan buenos momentos.
Su recuerdo estará en mi corazón para siempre. Descanse en paz.
CHUS AMIEIRO - Mondoñedo
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