A veces, los pueblos pierden su importancia, por sus nativos y sus gentes, pudiendo haber casos que los van llevando al abismo, con una peligrosidad que parece que ya lo vemos convertido en un gran embalse, que hasta nos puede hacer soñar que reúne condiciones para ello, al estar rodeado de montañas, de las que una baja, como si fuera adrede, la altitud que parece convertirse en el lugar idóneo de la compuerta de aquél parecido gran depósito.
Cualidades las de éste que también nos pueden hacer pensar que cualquier
día una familia poderosa se hace con él para pasar sus vacaciones
apartados de las grandes urbes, con una enorme puerta de dos o más
batientes, de lujo, romanizada, en el sitio de la compuerta dicha, que, a
los demás, nos impedirá entrar.
Entre aquellas gentes son amistades peligrosas las aduladoras, las lameculos, las hipócritas, que enaltecen, alaban y ensalzan a aquellas personas que les conviene o que algo quieren de ellas, tal vez, simplemente, alternar o relacionarse, aunque después pueden ser del mismo grado. Y son del grupo las que quieren meter el hocico en los acontecimientos del pueblo, a “gobernar” sin ser elegidos y que normalmente quiebran lo que funcionaba.
Quieren ser una especie de gobierno paralelo sin acudir a elecciones. Y también infla el grupo los que algo organizan y no les gusta que les critiquen porque quieren las medallas ya al iniciar una obra, así como los que cambian de criterio dependiendo de quien tengan a su lado o de frente. Y luego ellos critican que por los hechos de los demás se ven obligados a agachar la cabeza de vergüenza ajena, cuando debieran mirarse al espejo. Así no pueden medrar los pequeños pueblos.
Así lo opino.
Entre aquellas gentes son amistades peligrosas las aduladoras, las lameculos, las hipócritas, que enaltecen, alaban y ensalzan a aquellas personas que les conviene o que algo quieren de ellas, tal vez, simplemente, alternar o relacionarse, aunque después pueden ser del mismo grado. Y son del grupo las que quieren meter el hocico en los acontecimientos del pueblo, a “gobernar” sin ser elegidos y que normalmente quiebran lo que funcionaba.
Quieren ser una especie de gobierno paralelo sin acudir a elecciones. Y también infla el grupo los que algo organizan y no les gusta que les critiquen porque quieren las medallas ya al iniciar una obra, así como los que cambian de criterio dependiendo de quien tengan a su lado o de frente. Y luego ellos critican que por los hechos de los demás se ven obligados a agachar la cabeza de vergüenza ajena, cuando debieran mirarse al espejo. Así no pueden medrar los pequeños pueblos.
Así lo opino.
LORENZO ARES ROBLES - Mondoñedo