Parte de la sociedad ve, en algunos casos, políticos que han
olvidado practicar la nobleza de la política cuando esta ha de ser noble
y honesta en cuanto al servicio público.
Cargan ciertos políticos con
un desprestigio desmoralizante, que lleva a un nº significativo de los
ciudadanos a no dedicarles posiblemente el respeto debido.
El alcalde es elegido, aunque no sea del todo democrático, entre y por los elegidos del pueblo, pero para su nombramiento habló y se pronunció el pueblo soberano. Es la máxima autoridad civil del municipio y representa a una institución emanada del pueblo, por lo que es aconsejable verlo y respetarlo como tal y no como un político inmerso en la captación de votos.
Desde ese respeto se le mirará, y es más, lo vemos con el orgullo de ser el representante de uno y de su pueblo, lo que lleva a defenderle si necesario fuere. Desde ahí ha de entenderse que, aunque posiblemente no se le votara y se le critique, se cuide de él fuera del pueblo y en todo acto institucional, hasta el extremo de intentar hacerle ver sus manchas de cal en la espalda de la chaqueta de gala, y a su ruego que, incluso, se llegue a eliminárselas con cierto cariño, además porque la educación institucional así lo dicta.
Esta exposición nos lleva a que puede tener el alcalde la completa seguridad de que en nuestras crónicas ha de recibir aquellos cuidados cuando proceda, como irónicamente solicitó en el acto institucional a Cunqueiro, ya que, por otra parte, puede contener madera de buen alcalde, con la falta de tiempo necesario para esculpirla y con la omisión de sonrisa que le favorecería su belleza; poseyendo personalidad que le hace un señor tolerante, cualidad que le coloca entre los buenos.
Todo ello dice que sintonizamos en la amistad, además de que, como hablamos en un cara a cara, nos somos algo más que cualquiera, porque, sin ser por la vía de la vena, somos como de familia a donde nos llevó el tío Antón. Y siendo digno de ello, profesionalmente, permítasenos, colocarle entre los mejores magnificándole, y en ese campo mostrarle agradecimiento por su eficaz intervención cuando entregamos la salud al trabajo, aunque pudiera haber fallo humano con el que se lesionó nuestro respeto, cuando habiendo “parentesco” y amistad nacida en la infancia, no se supo quizás escuchar petición de atención civilmente obligatoria para un ser querido por nosotros.
Así lo opino.
El alcalde es elegido, aunque no sea del todo democrático, entre y por los elegidos del pueblo, pero para su nombramiento habló y se pronunció el pueblo soberano. Es la máxima autoridad civil del municipio y representa a una institución emanada del pueblo, por lo que es aconsejable verlo y respetarlo como tal y no como un político inmerso en la captación de votos.
Desde ese respeto se le mirará, y es más, lo vemos con el orgullo de ser el representante de uno y de su pueblo, lo que lleva a defenderle si necesario fuere. Desde ahí ha de entenderse que, aunque posiblemente no se le votara y se le critique, se cuide de él fuera del pueblo y en todo acto institucional, hasta el extremo de intentar hacerle ver sus manchas de cal en la espalda de la chaqueta de gala, y a su ruego que, incluso, se llegue a eliminárselas con cierto cariño, además porque la educación institucional así lo dicta.
Esta exposición nos lleva a que puede tener el alcalde la completa seguridad de que en nuestras crónicas ha de recibir aquellos cuidados cuando proceda, como irónicamente solicitó en el acto institucional a Cunqueiro, ya que, por otra parte, puede contener madera de buen alcalde, con la falta de tiempo necesario para esculpirla y con la omisión de sonrisa que le favorecería su belleza; poseyendo personalidad que le hace un señor tolerante, cualidad que le coloca entre los buenos.
Todo ello dice que sintonizamos en la amistad, además de que, como hablamos en un cara a cara, nos somos algo más que cualquiera, porque, sin ser por la vía de la vena, somos como de familia a donde nos llevó el tío Antón. Y siendo digno de ello, profesionalmente, permítasenos, colocarle entre los mejores magnificándole, y en ese campo mostrarle agradecimiento por su eficaz intervención cuando entregamos la salud al trabajo, aunque pudiera haber fallo humano con el que se lesionó nuestro respeto, cuando habiendo “parentesco” y amistad nacida en la infancia, no se supo quizás escuchar petición de atención civilmente obligatoria para un ser querido por nosotros.
Así lo opino.
LORENZO ARES ROBLES - Mondoñedo
NOTA: LAS OPINIONES VERTIDAS EN ESTE ESPACIO SON DE EXCLUSIVA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO REPRESENTAN NECESARIAMENTE LA OPINIÓN DEL EDITOR.
Para publicar un artículo firmado en esta sección escribir a:Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
NOTA: LAS OPINIONES VERTIDAS EN ESTE ESPACIO SON DE EXCLUSIVA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO REPRESENTAN NECESARIAMENTE LA OPINIÓN DEL EDITOR.
Para publicar un artículo firmado en esta sección escribir a: