Leo la nota que envía Lorenzo Ares a este medio relativa al falleciendo de un hombre cordial, bueno, amigo y generoso como fue  Benjamín Méndez Prieto (siempre será  Mimin para los que le conocimos y fuimos sus amigos), a la todavía temprana edad de 67 años, y deseo expresar mi mas profunda y sincera condolencia a su querida madre, esposa e hijas, con la particularidad de que su memoria y su  recuerdo perdurará siempre entre quienes le conocimos.  Se ha perdido una persona buena.

La reseña es completa y solo añadiría por mi parte que en  4º curso  fui su  compañero de pupitre en  el entonces Instituto Laboral, y recuerdo que en más de una ocasión y con motivo de un examen de matemáticas me “mostraba”, disimuladamente, el suyo  para que yo copiase. Era un fenómeno en esta materia y en otras. Tambien me viene a la memoria que coincidimos en las clases de refuerzo que nos daba, Don German, en su casa.  Lo bien cierto es que no se lo que pintaba allí Mimin si era un estudiante sobresaliente. Tal vez el ya tenia intención de continuar, como así ha sido, y adquirir mayor conocimiento.
 
¡Descansa en paz, Mimin! Desde el cielo, donde a buen seguro estás y los que fuimos tus amigos te recordaremos siempre con el afecto y añoranza a que por tus merecimientos te hiciste acreedor.
 
Alguien escribo “que la muerte no tiene que preocuparle a uno, porque es una pérdida que deben sobrellevar los que siguen vivos”. Es cierto y una verdad amarga.
 
Quisiera finalizar estas apresuradas líneas escritas con el corazón al amigo muerto, con un recuerdo para su madre, Teresa, su esposa y para sus hijas.

Antonio Doménech Ladra - Valencia


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