Empezaré diciendo que soy asiduo lector de todos los artículos de
opinión y cualquier otra índole que publica este Portal y, en esta
ocasión, me referiré al que lleva por título el que figura en el
encabezamiento, firmado por Lorenzo Ares, y, que me ha hecho
reflexionar.
Me permitiré responder al mismo, aun cuando comprendo que es un tema para sociólogos y estudiosos de estos complicados temas. Por ello, intentaré no entrar en un juego oscuro e irresponsable y solo dejaré caer lo que diría en voz alta, en una reunión de amigos.
Desde la ignorancia todo se llena de dudas, pero en principio, estoy totalmente de acuerdo con Lorenzo que, a base de mucho dato y mucha cifra, nos muestra la despoblación de la ciudad y parroquias. Nos pinta un horizonte - real - penoso y oscuro, pero pienso que en los próximos sesenta años, no creo que la emigración continúe la grave tendencia y lleve el mismo ritmo catastrófico del ciclo al que se refiere, aun cuando, efectivamente, extrapolando las cifras, resulta que así es.
Lo que primero me llamó la atención es ver como en tan corto espacio de tiempo, hemos pasado de 8.827 a 4.407 habitantes, sideral desplome que jamás hubiésemos imaginado, los que hoy tenemos la dicha de poder comprobarlo y comentarlo. Estas cifras nos deben de hacer reflexionar. Aun así y todo, las posibilidades de que se produzca su “desaparición” es más que improbable, pero la curva es, por así decirlo, de las que obligan a más abrir los ojos y menos taparse los oídos. No vamos bien. Tal vez no se hayan hecho del todo bien las cosas o a la mala suerte. Todo hay que decirlo.
Pero el primer paso para combatir algo es reconocerlo. El tiempo pasa muy de prisa y no hay que dejar que se alargue más de lo imprescindible en discusiones estériles o en debates sin llegar a ninguna conclusión efectiva. Mondoñedo pide a gritos y con urgencia - los días son meses y los meses parecen años - alguna solución ya que habrá que sacarle del pozo. Es una situación difícil, pero hay que pensar que si se cierra una puerta, Dios abrirá otra y, quizá, sea mucho mejor que la que existía anteriormente. Otro dato reciente: en las elecciones generales de 2008 había censados 4.087 y ya para las de 2011 la cifra bajaba a 3.755 habitantes. Vamos que en tan solo tres años se habían quedado por el camino 332 mindonienses. Recuerdo aquí y ahora una frase del desaparecido, Dr. Mayán, que en una de sus inolvidables y amenas clases, nos dijo: “algún día habrá un cartel que diga: aquí hubo una ciudad que se llamaba Mondoñedo”. El, que no era ningún visionario, ya por entonces - transcurrían los años 50 - veía venir este trágico desaguisado en que esta inmersa la población. Los de mi generación, compañeros de clase, seguro que la recuerdan.
Independientemente de las diferentes lecturas e interpretaciones y a que no tengo en mi haber conocimiento alguno sobre temas de esTa índole, es cierto que, especialmente, en medio de la miseria de los años cuarenta y cincuenta y, algunos más, del pasado siglo, ante la falta de horizonte laboral, el fenómeno de la emigración del medio rural a los pueblos y ciudades y luego fuera de nuestras fronteras (Sudamérica y Europa) y a lo largo y ancho de España, fue una constante y auténtico boom. En este contexto, se puede entender que familias mindonienses al completo - por aquellos años eran muy frecuentes las familias numerosas - dejaron sus hogares e hicieron su maleta a buscar la vida y un porvenir mejor. Se daba la coincidencia de que España, por aquellos años, despegaba y se desarrollaba. Había lo que se dio en llamar una especie de revolución industrial. La venida y asentamiento de multinacionales era una constante, empujadas por una mano de obra barata; se necesitaban brazos para desarrollar el nuevo modo de vida y, para mayor atractivo, contaban con el favor del Estado, sistema de gobierno que era salvaguarda para los intereses empresariales. Llegamos a ser la VIII potencia industrial del mundo.
Bien es sabido que en matemáticas, en ocasiones, dos más dos no son cuatro y no creo que Mondoñedo siga en esa línea descendente y de desplome de población tan a la deriva, pero nada tenemos garantizado. Para invertir la pirámide, la única solución es más nacimientos e inmigración, superior a los que salen por fallecimiento y emigración, con lo cual el fenómeno podría revertir. Obviamente, para ello habrá que hacer cosas, como de hecho leo están llevando a cabo las autoridades políticas locales -todas- encaminadas a generar empleo, algo tan importante para el futuro de la ciudad que no deja espacio para ningún tipo de personalismos ni protagonismos; intentos serios con vistas a un presente y un futuro apasionante dentro de su esfera. ¿Qué hacer? Si se habla, todo se enreda y se complica. Si se calla, también.
Termino, agradeciéndole a Lorenzo sus opiniones y la preocupación que siente por el presente y futuro de Mondoñedo y de sus gentes. Dicen que un optimista es un pesimista bien informado. Pues bien, creo que a pesar de la que está cayendo es imprevisible que suceda algo tan catastrófico. Tal vez sea la hora de los pueblos y de retornar a nuestras raíces. Coincido en que nuestra Patrona hará algún milagro y pondrá todo lo que sea de su parte - que es infinito - para que nuestra ciudad siga viva y se proyecte sobre ella un futuro más acorde a sus gentes, personalidad y rica historia. Sea como sea, amigo Lorenzo, ya estamos en el invierno de nuestras vidas y es algo imposible de experimentar.
Y, por si esto fuera poco, con el ajuste estructural que estamos viviendo a nivel de Estado (probable supresión de diputaciones, etc.) y de no solucionar de alguna forma esta sangría, lo que sí puedo aventurar - no me hagan mucho caso - es que, tal vez, la ciudad episcopal se quede sin ayuntamiento, si como parece hay intención de ir fusionando – solo son rumores por el momento - poblaciones de menos de 5000 habitantes. Pero cuando el río suena….
Decía D. José Maria Barja con motivo del Pregón de las Fiestas de As San Lucas 2011: “o pasado nútrese espontáneamente do futuro, mais para nutrir o futuro co pasado hai que investir toneladas de inteligencia”.
Gracias, Lorenzo.
Desde la ignorancia todo se llena de dudas, pero en principio, estoy totalmente de acuerdo con Lorenzo que, a base de mucho dato y mucha cifra, nos muestra la despoblación de la ciudad y parroquias. Nos pinta un horizonte - real - penoso y oscuro, pero pienso que en los próximos sesenta años, no creo que la emigración continúe la grave tendencia y lleve el mismo ritmo catastrófico del ciclo al que se refiere, aun cuando, efectivamente, extrapolando las cifras, resulta que así es.
Lo que primero me llamó la atención es ver como en tan corto espacio de tiempo, hemos pasado de 8.827 a 4.407 habitantes, sideral desplome que jamás hubiésemos imaginado, los que hoy tenemos la dicha de poder comprobarlo y comentarlo. Estas cifras nos deben de hacer reflexionar. Aun así y todo, las posibilidades de que se produzca su “desaparición” es más que improbable, pero la curva es, por así decirlo, de las que obligan a más abrir los ojos y menos taparse los oídos. No vamos bien. Tal vez no se hayan hecho del todo bien las cosas o a la mala suerte. Todo hay que decirlo.
Pero el primer paso para combatir algo es reconocerlo. El tiempo pasa muy de prisa y no hay que dejar que se alargue más de lo imprescindible en discusiones estériles o en debates sin llegar a ninguna conclusión efectiva. Mondoñedo pide a gritos y con urgencia - los días son meses y los meses parecen años - alguna solución ya que habrá que sacarle del pozo. Es una situación difícil, pero hay que pensar que si se cierra una puerta, Dios abrirá otra y, quizá, sea mucho mejor que la que existía anteriormente. Otro dato reciente: en las elecciones generales de 2008 había censados 4.087 y ya para las de 2011 la cifra bajaba a 3.755 habitantes. Vamos que en tan solo tres años se habían quedado por el camino 332 mindonienses. Recuerdo aquí y ahora una frase del desaparecido, Dr. Mayán, que en una de sus inolvidables y amenas clases, nos dijo: “algún día habrá un cartel que diga: aquí hubo una ciudad que se llamaba Mondoñedo”. El, que no era ningún visionario, ya por entonces - transcurrían los años 50 - veía venir este trágico desaguisado en que esta inmersa la población. Los de mi generación, compañeros de clase, seguro que la recuerdan.
Independientemente de las diferentes lecturas e interpretaciones y a que no tengo en mi haber conocimiento alguno sobre temas de esTa índole, es cierto que, especialmente, en medio de la miseria de los años cuarenta y cincuenta y, algunos más, del pasado siglo, ante la falta de horizonte laboral, el fenómeno de la emigración del medio rural a los pueblos y ciudades y luego fuera de nuestras fronteras (Sudamérica y Europa) y a lo largo y ancho de España, fue una constante y auténtico boom. En este contexto, se puede entender que familias mindonienses al completo - por aquellos años eran muy frecuentes las familias numerosas - dejaron sus hogares e hicieron su maleta a buscar la vida y un porvenir mejor. Se daba la coincidencia de que España, por aquellos años, despegaba y se desarrollaba. Había lo que se dio en llamar una especie de revolución industrial. La venida y asentamiento de multinacionales era una constante, empujadas por una mano de obra barata; se necesitaban brazos para desarrollar el nuevo modo de vida y, para mayor atractivo, contaban con el favor del Estado, sistema de gobierno que era salvaguarda para los intereses empresariales. Llegamos a ser la VIII potencia industrial del mundo.
Bien es sabido que en matemáticas, en ocasiones, dos más dos no son cuatro y no creo que Mondoñedo siga en esa línea descendente y de desplome de población tan a la deriva, pero nada tenemos garantizado. Para invertir la pirámide, la única solución es más nacimientos e inmigración, superior a los que salen por fallecimiento y emigración, con lo cual el fenómeno podría revertir. Obviamente, para ello habrá que hacer cosas, como de hecho leo están llevando a cabo las autoridades políticas locales -todas- encaminadas a generar empleo, algo tan importante para el futuro de la ciudad que no deja espacio para ningún tipo de personalismos ni protagonismos; intentos serios con vistas a un presente y un futuro apasionante dentro de su esfera. ¿Qué hacer? Si se habla, todo se enreda y se complica. Si se calla, también.
Termino, agradeciéndole a Lorenzo sus opiniones y la preocupación que siente por el presente y futuro de Mondoñedo y de sus gentes. Dicen que un optimista es un pesimista bien informado. Pues bien, creo que a pesar de la que está cayendo es imprevisible que suceda algo tan catastrófico. Tal vez sea la hora de los pueblos y de retornar a nuestras raíces. Coincido en que nuestra Patrona hará algún milagro y pondrá todo lo que sea de su parte - que es infinito - para que nuestra ciudad siga viva y se proyecte sobre ella un futuro más acorde a sus gentes, personalidad y rica historia. Sea como sea, amigo Lorenzo, ya estamos en el invierno de nuestras vidas y es algo imposible de experimentar.
Y, por si esto fuera poco, con el ajuste estructural que estamos viviendo a nivel de Estado (probable supresión de diputaciones, etc.) y de no solucionar de alguna forma esta sangría, lo que sí puedo aventurar - no me hagan mucho caso - es que, tal vez, la ciudad episcopal se quede sin ayuntamiento, si como parece hay intención de ir fusionando – solo son rumores por el momento - poblaciones de menos de 5000 habitantes. Pero cuando el río suena….
Decía D. José Maria Barja con motivo del Pregón de las Fiestas de As San Lucas 2011: “o pasado nútrese espontáneamente do futuro, mais para nutrir o futuro co pasado hai que investir toneladas de inteligencia”.
Gracias, Lorenzo.
Antonio Doménech Ladra - Valencia
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