Antes de escribir esta nota me he puesto a leer con sumo gusto un artículo de Fran Bouso, titulado: "Mondoñedo: un mágico paseo", publicado en el Centro Virtual Cervantes, para analizar si yo tenía alguna coincidencia con su escrito. Me he quedado tranquilo; nada que ver.

He leído, la verdad, muchas otras entradas que hablan de paseos por Mondoñedo y glosan la belleza de los mismos. Muy hermosos todos y muy contento de leer lo que significa para cada uno de los autores.

Pero yo me quería referir a esos paseos que acostumbrábamos a dar por las tardes un grupo de amigos. Lo llamábamos "paseo higiénico" por lo saludable que entendíamos tenía que ser. Era un paseo que dábamos nada más terminar de comer, esperando unos por los otros para iniciar el recorrido. 

Hablábamos de todo y disfrutábamos del paisaje que veíamos. Nos servía para charlar mucho y contrastar conocimientos en nuestros diversos estudios. De chavalas también, pero poco. Eran todas muy guapas y ya estaban comprometidas. Vicente Yáñez, Juan José y  Antonio Meilán, Jorge González- Redondo, eran mis compañeros habituales. 

Analizando bien el sentido del paseo, siempre consideramos que estábamos haciendo lo que muchos mindonienses hacían: pasear, charlar y disfrutar, tanto de la compañía como del paisaje. Y ni qué decir que los canónigos eran  también otro grupo interesante, luego estábamos haciendo algo que gozaba,en cierto modo , de la aprobación eclesiástica, y eso en Mondoñedo era importante. 

Don Perfecto, era uno de esos paseantes. Recuerdo que uno de sus acompañantes bromeaba con él cuando decía: "Me parece que ahí viene un coche" , a lo que su compañero restaba importancia porque,  "si le parece a lo mejor no viene ningún coche".

Los paseos eran un poco a la carta y algunos eran costumbre familiar: " ¿Vamos hasta Los Paredones? Este era un punto muy conocido por las familias, porque luego desde allí  se podía ver la zona de los Picos y resultaba entretenida la subida. Alguna tarde de domingo podías encontrar a grupos que habían pensado lo mismo y disfrutaban de una apacible tarde de paseo. 

No olvidemos que los refranes son muy oportunos en ocasiones y de ahí que me gusta traer ahora el que dice: " Mañana  de niebla, tarde de paseo". No existía entonces la A 8, porque en tal caso el refrán sería un dicho maldito.

Otros eran más bien paseo de chavalería: " Vamos a dar unas vueltas a la manzana y luego a los cantones" . Eran paseos, digo, para poder ver muchas veces a las chicas, que en perfecta formación hacían el recorrido del circuito al revés que los chicos; mejor dicho, los chicos en sentido contrario y a buena velocidad. Ahí estaba la ciencia y la verdad que "dar voltás á mazá" era casi un deporte. ¡Vamos, un circuito de fórmula uno!

Claro que podíamos ir a la Alameda, pero aquí la cosa era más infantil. Y es que en el quiosco, tocaba la banda de música muchos jueves y domingos. Dirigida por don Eduardo, para nosotros era más espectacular la conducción de la banda hasta el quiosco, que la del concierto.

Pese a todo algo queda y los mindonienses de aquella época conocíamos las "piezas": Agua, azucarillos y aguardiente, El Sitio de Zaragoza, Las bodas de Luis Alonso"; sin olvidar las de nuestra  tierra: Pasodoble Lugo Ferrol, A muiñeira de Chantada, entre otras famosas. 

Y mientras, los chavales correteábamos o nos tirábamos aquellas castañas que no nos han quitado un ojo, porque la Virgen de los Remedios no permitía que eso ocurriese. 

Todavía tenemos en la memoria una fotografía de Cunqueiro, que también paseaba y charlaba, con Benardino Vijande y Díaz Jácome, sentados en un paredón que me parece corresponde a la calle que baja a los Molinos. Entonces Vijande todavía no se ayudaba de su bastón y los tres están muy encorbatados.   Eran unos paseantes  más que cumplían  con la tradición y a buen seguro mantenían unas charlas muy interesantes. El origen de esta foto, hay otras de estos personajes, está sacada de un artículo de Antonio Meilán, dedicado a Alicia Villamarín de fecha 22 de septiembre de 1993, con el título "Mondoñedo e Cunqueiro", publicado en El Progreso de Lugo. Allí se recoge esta frase: " dende a Alameda vese Pumariño, que está nun alto, xustamente á beira do río Pelourín".

Y en el mismo artículo da una idea clara de lo que más le gustaba y entre los paseos me trae a la memoria figuran "as aceas de Xacinto i-a ría  da Cega", como dice "polo vrán á beira dos ríos"

Todos encordaran diversos paseos, como dar una vuelta por Os Muiños, subir hasta Os Picos, ir hasta á Piscina. Tronceda, Viloalle, en ocasiones con  visita a la fábrica  de gaseosas Barro, Lindín, O Monfadal, eran otros de los muchos destinos . Dependía de muchas cosas, pero casi nunca de la falta de tiempo  porque además sabíamos escoger el día y calcular la dirección del viento. Es decir no había peligro de lluvia.

Y para familia paseante de mi época, no podía dejar de mencionar a la familia Lombardero. Y es que era mucha familia y sus paseos eran de tal entidad que un amigo decía: "Ahí viene la familia Lombardero en formación " . Los padres al frente y los chavales cerrando la marcha.

Mis padres mantuvieron, mientras el cuerpo les permitió, el subir "a visitar" , es decir a rezarle a la virgen unas avemarías. Paseantes en pareja también recuerdo a Paco  Fanego y esposa. Y no hago más ejercicio de memoria porque es demasiado y ustedes ya me entienden.

A muchos les vendrá a la memoria aquellos paseos que nos permitían disfrutar del paisaje y charlar apaciblemente sin las prisas de los tiempos actuales y sin jugar a ser  tertulianos de televisión, porque en aquel tiempo casi ni había televisión . Por eso teníamos que ir hasta Villalba para ver al Real Madrid en la copa de Europa.

Pasear, lo que se dice pasear y charlar, era una indudable manera de vivir la vida en Mondoñedo. 

El complemento eran las charlas en las zapaterías y sastrerías, pero esas eran más de fútbol y menos de filosofía.  Y también tenían otras horas y otros contertulios. No hay más que recordar un poco las zapaterías como do Sacristán, do Carceleiro, de Quique da Pontepousada, do Unez, por citar las que me viene a la memoria y de sastrerías como la de Ministro, que rezumaba madridismo por los cuatro costados.

La afición de los mindonienses a la charla la refleja la anécdota de un amigo que bailando un pasodoble en Burela, la chica le preguntó: ¿No serás de Mondoñedo, verdad? Y todo porque el mozo no paraba de hablar.

Saludos para todos.


JOSÉ RAMÓN DÍAZ CRUZ 

 

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