Intentamos, desde siempre y en todo momento, ser fieles compañeros de tantas batallas y que juntos fuéramos campeones en el quehacer por el progreso de nuestra querida Ciudad de Mondoñedo, queriendo continuar con la compañía en nuestras luchas, pero al final nos vendieron porque la suerte nos dio personas de conveniencia.
Personas con acción de desempeñar un papel teatral, fingiendo sus cualidades o sentimientos de amistad. Amigos, que no eran tal, cargados de hipocresía.
Tenemos que decirles que nosotros no pensamos de ellos lo que ellos piensan de si mismos y creemos que deberían ser un poquito más modestos, más conformes a lo que exige la decencia, las buenas costumbres, entre las personas que llegan a la cualidad de amigos, de los que recibieron exquisitas atenciones a cambio de nada, a cambio de la hipócrita amistad que representaron.
Hemos de definirles que, amigo es aquel elegido algún día, por lo que fuere, y que se vuelve a elegir todos los días, no sólo cuando nos conviene, según el grado de valía, rehuyendo de la explicación debida, al cambio de posición.-
Se rehúye de la explicación debida cuando se sigue viendo un amigo honesto, decente, honrado y que sigue representando,  con los otros, las buenas costumbres. No se da la cara porque se sienten culpables, porque ven que se vendieron, y se recolocaron con otros que les parece de más poder.
El inteligente ve en las advertencias, consejo, luces y agradece; el ignorante ve ataques, críticas y condenación, se enfada y protesta.-
Viene esto, y empezamos así porque, la verdad, nos enfada la hipocresía. Y nace esta situación de que en el periódico de la Ciudad de la Paula, que lleva el nombre de la dignísima Ciudad de Mondoñedo, editado por la Sociedad “Amigos da Cidade de Mondoñedo” (de la cual somos socios, desde hace muchos años), del mes de abril, con motivo de la designación como Hijo Predilecto y Homenaje popular rendido al ilustre señor don Ricardo Pedreira Pérez, aparece un artículo de la familia de éste y, concretamente, de doña Pepita Pedreira, mostrando su agradecimiento por los acontecimientos y dando las gracias nominativamente a quienes libraron  artículos de homenaje al citado ilustre señor.
Somos perfectamente conscientes de dónde procedemos, de donde venimos, y, desde luego, de una magnífica familia numerosa y humilde, destacadamente honesta y trabajadora, ejemplarizante para muchos, y, por tanto, también sabemos quiénes somos y lo qué somos, y de la estela que dejamos en nuestros ya largos años. Por ello, consideramos que no es de extrañar, cuando la estimada y querida doña Pepita se coloca, lógicamente, en altezas, nos omita dentro de las personas a las que les enviaba el agradecimiento.
Sabemos, con toda seguridad, lo fácil que es una omisión involuntaria, pero también nos sobra de saber que cuando se camina por elevadas alturas, cuando se nomina cuando se nombra, cuando se escribe sobre lo que se entiende que leímos, se deben extremar  los cuidados, y máxime si hablamos, como lo estamos haciendo, de una persona extraordinariamente preparada y con mucha práctica en la redacción, en la literatura, en la exposición, ect.
No obstante, nos sentimos muy honrados porque doña Pepita cuando, como profesora nuestra, nos distinguía con matrícula de honor, lo hacía, como se desprende,  con toda la objetividad, porque, como se ve nítidamente,  no lo hacía por ser quienes éramos, ya que ni hoy sabe que existimos.  
Por otra parte, aunque, a veces, somos mal pensados, no quisiéramos, bajo ningún concepto, meter en nuestra mente que alguno o algunos de los amigos comunes, aprovechando la sinceridad y benevolencia de Doña Pepita y su familia, venidas de la alegría de los acontecimientos honoríficos de Don Ricardo, y la separatividad o la inarmonía que últimamente nos dispensa alguno de esos amigos, se llegara a hacer nacer la omisión en la remesa de la documentación o en la redacción del periódico.
Esto sería, además, algo peligroso porque toda separatividad, inarmonía, división, y fragmentación es el comienzo del odio, y, en lo sucesivo, sus palabras de paz y unidad, que tanto necesita la Ciudad del Masma, serían increíbles por una traición precedente.-.
A veces, hay quienes mezquinamente buscan ser más, y fuerzan conclusiones tratando de arrojar sombras de duda, erosionar la imagen de una persona con proyección y credibilidad. Sí, con credibilidad y convicción en estos momentos donde no abundan estas cualidades.
Esto sería, desde luego, reprobable, penoso y bajeza moral.
Así lo opino.


  LORENZO ARES ROBLES - Mondoñedo

 

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