Por medio del diario El Progreso de Lugo nos llegó la inesperada noticia de la muerte de nuestro amigo Modesto Rivera Franco, acaecida el segundo día del presente año en la ciudad del Congreso de los Diputados de la muy bella ciudad de Madrid.
Pero no quisimos honrarle antes con nuestras sencillas palabras por respeto a que nos imaginábamos que algún vecino suyo le iba a alabar y no queríamos encogerles el campo del parlamento, aunque para la ocasión es grande.
Ejerció su noble profesión de abogado en Mondoñedo en aquellos años en que la amiga ciudad de Viveiro pertenecía a nuestro partido judicial, y lo hizo de una forma destacada, acudiendo al Juzgado siempre silenciosamente, pero haciendo escuchar su tono de voz serena cuando en la sala de audiencia defendía a sus clientes, haciéndose oír con todos los respetos,  protocolos y educación esmerada de que hacía gala.
Siempre saludaba a todos y siempre acudía al funcionario oportuno sin interrumpir a los demás en sus tareas de trabajo y jamás era capaz de marcharse sin saludar a su amigo Lorenzo, o sin ir al Meilán (donde nos congratulaba que el copropietario-camarero Manolo le obsequiara con una especial y exquisita tapa y le hablara de demandas, menores y mayores cuantías, de ejecutivos, de diligencias previas) con él a tomar un café si el horario y el exceso de trabajo lo permitían, porque le admiraba profesionalmente y por eso siempre que tenia ocasión quería hacer ver el hecho de que le impresionaba Lorenzo dictando a la vez a dos grandes mecanógrafas, pese a que se le hacía saber que se trataba de simples trámites y, lo que le gustaba, que redacta así porque fue alumno de tu cuñada Dª Maruja Deán Balseiro. Noto en la cara que me estoy sonrojando.
Pero esa era la verdad y cariño que nos tenía, que es lo que simplemente queremos destacar, sin perseguir otro objetivo. Se inició en política y se fue a Madrid como Procurador en Cortes, hoy diputados del Congreso, y poco a poco nos dejó judicialmente, para ejercer en Madrid como abogado y como parlamentario, aunque algunas veces nos venía a presentar y a “encargar” algún asunto.
Desempeñó números cargos, todos o casi todos, relacionados con el Mar y con la pesca que conocía a la perfección, porque así debía ser por su amor a San Ciprián y al Mar que rodeaba la Península de la Paz. Y  así demostró ser un hombre intelectual y excelentísimo, término este protocolario reconocido por los organismos competentes, que le destacaron con merecidas condecoraciones. Te recordaremos siempre, amigo Modesto, como un hombre afable, cordial, de gran calidad humana, comprensivo y con un parlamento sabio, fácil y largo que aceleraba el reloj sin que nos percatáramos de que el hermoso tiempo que nos dedicábamos se había esfumado increíblemente. En fin como dicen nuestros paisanos, Modesto era una buena persona, y con la que nos alegrábamos encontrarnos.
Siempre te tendremos presente, aunque nos damos perfecta cuenta de que nuestras estancias en San Ciprián sin tu persona y sin tus lecciones de política y asuntos sociales del día no serán igual, e incluso nos sentiremos desprotegidos, por mucho que la  belleza de tú querido San Ciprián nos distraiga y nos haga sentirnos felices como hasta ahora y siempre responderemos con nuestros semejantes con la sinceridad de corazón  y llaneza en el trato que vimos en ti, deseándote que ya hayas encontrado el premio que el Señor reserva para sus escogidos. Este es nuestro sencillo homenaje a nuestro amigo Modesto, reiterando, ahora públicamente, nuestras condolencias a toda su familia, deseando especialmente a su esposa y a sus hijos que sepan llevar el cambio que produce la pérdida de un padre y nos imaginamos el de un ejemplar esposo.
Descansa en paz. Así lo opino.

LORENZO ARES ROBLES - Mondoñedo


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