Permítame admirado paisano, aunque no sea más que por esto de paisano y por haber nacido los dos el bello día del mes llamado quince (15), pero un servidor un año y diez meses antes, don Fernando Ónega López, periodista y gallego de Mosteiro-Pol, de donde es Hijo Predilecto, extraer de su libro “Puedo prometer y prometo” unas cuantas palabras, para poder homenajear, pues no encuentro otras tan bonitas ni de mi cabeza no salen aquellas que pudieran superarle, a mi amigo don Adolfo Suárez González, que tuve el honor de haberlo conocido personalmente, un día de agradable temperatura y de Sol envidiable, en Mondoñedo, ciudad que los dos paseamos juntos, seguidos de un grupo de gente de ciudadanos que le aplaudió incansablemente, encontrándonos con mi amigo don Carlos Folgueira García, conocido popularmente por el Rey de las Tartas, que trabajó para llevarnos a su despacho a fin de fotografiarse con él, habiéndole encantado al señor Suárez nuestra bella ciudad, especialmente la catedral y su maravillosos Plaza y soportales, al tiempo que el que suscribe le explicaba lo poco de lo que sabía históricamente del citado monumento hoy Patrimonio de la Humanidad, labor que hice muy satisfactoria y alegremente por la humildad que acababa de demostrarme un poco antes cuando en la Avenida San Lázaro al salir del Hostal Montero le había presentado a mis cuatro hijas que procedían del catecismo y les saludara amablemente y obsequiándolas con unos besos, que creo que aún hoy mantienen en sus rostros (decían las mujeres que era un hombre muy guapo y sobre todo muy interesante).-
 “El hombre de Estado que desmontó pieza a pieza el andamiaje del franquismo” llegó un momento que no recordaba que lo hiciera. “El hombre que el rey Juan Carlos utilizó para construir la democracia en España” no sabía “que él fue artífice de aquel prodigio. El presidente del Gobierno que condujo a España a la Constitución de la concordia y el consenso” (que ya tiene una edad de vida de casi cuarenta años, y que, como dice un ilustre amigo mío, y yo así lo pienso, necesita ser adaptada a la realidad de cada momento, pues cualquier ley fundamental debe gozar de la empatía de los ciudadanos y no es bueno tratar de imponer a las nuevas generaciones un texto en el que no participaron y que muestra signos evidentes de estancamiento. Lo difícil será ahora aquella concordia y aquel consenso, con los políticos que hoy en día tenemos.) “y a la celebración de las primera elecciones libres” llegó a no recordarlo. “No ha podido ser testigo de cómo la sociedad española pronuncia su nombre con afecto, le disculpa los errores, le reconoce su labor histórica. Aquel presidente no recuerda que lo ha sido.”.
 “El 15 de junio (día y mes de nacimiento de don Fernando Ónega) de 2.007, al cumplirse treinta años de las elecciones democráticas, el Consejo de Ministros presidido por José Luis Rodríguez Zapatero” (ya debiera homenajearlo el Sr. Aznar) “acordó concederle el Toisón de Oro, un gran collar con las armas del duque de Borgoña, máxima distinción que otorga la Casa del Rey. María Teresa Fernández de la Vega, como portavoz del Gobierno de Zapatero, lo justificó así: “El tiempo siempre hace justicia, especialmente con los líderes que lucharon por cambiar el ritmo de la sociedad. Si conseguimos avanzar hacia un sistema democrático, fue gracias a personas como Adolfo Suárez que pudieron personificar todo el coraje y toda la valentía con que los españoles estaban empujando la transición de la dictadura a la democracia”.
 Trece meses después, el 16 de julio de 2.008, los reyes don Juan Carlos y doña Sofía acudieron al domicilio del presidente a hacer entrega del presente. Fue un acto íntimo. No fue siquiera un acto. Más bien una visita del motor al ejecutor. Se llevó a cabo sin cámaras ni prensa. La única y entrañable foto que da testimonio del encuentro la hizo Adolfo Suárez Illana y quedará para la historia como un símbolo del reencuentro de dos hombres que trabajaron y construyeron juntos hasta que la política los separó.
 Allí estaban todos los hijos de Adolfo, con la excepción de Sonsoles, que vivía en el extranjero. El presidente vestía pantalón gris y camisa azul clara de manga larga. El rey, un traje azul. Don Juan Carlos abrió los brazos, se dirigió hacia él, le dijo “querido Adolfo”, le recordó cuánto tiempo hacía que no se veían, le preguntó cómo estaba, y el héroe de la Transición no le reconoció. El héroe de la Transición le preguntó:
 ¿Tú también vienes a pedir dinero?.
 Y el rey respondió:
 Naturalmente. Yo vengo a pedir dinero donde sé que hay…
 Fue la última conversación entre estos dos protagonistas de la historia. Cuando la recuerda, aunque ha pasado cinco años (hoy 3 más), a don Juan Carlos todavía se le escapa un gesto de emoción”
 Esto es mi homenaje que rindo a don Adolfo (q.e.p.d.), con motivo de que el próximo 29 de este mes hace 36 años que optó por presentar su dimisión tanto como presidente del Gobierno como de Unión de Centro Democrático, y dijo: “Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la Historia de España”, al tiempo que intento comunicar a las personas de generaciones actuales y posteriores a los tiempos de ejercer dicho hombre de Estado, que escucharon hablar, seguramente, siempre magníficamente de él y poco más sabían de por qué así se habla de él. Muchas gracias Don Fernando, hombre que estuvo en todas partes del periodismo destacadamente. Así lo opino y firmo este trabajo en Mondoñedo a veinte de enero de dos mil diecisiete.
 
LORENZO ARES ROBLES - Mondoñedo


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