La triste noticia de la muerte de D. RICARDO PEDREIRA PÉREZ (e.p.d.)
me ha cogido desprevenido ya que hacia pocos días había recibido el
Periódico MONDOÑEDO, publicación de “AMIGOS DA CIUDADE DE MONDOÑEDO” -del cual creo recordar que fue presidente fundador- correspondiente al
mes de Febrero 2013 y en él se hacia una mención muy especial al
HOMENAJE que el cercano día 26 de Enero pasado le tributó su querida
ciudad episcopal, promovido por el Excmo. Concello y diversas
Asociaciones, a las cuales él estaba estrechamente unido.
En dicho
acto, el Alcalde de la Ciudad, aprovechó para anunciarle al
homenajeado, que por acuerdo de todos los partidos políticos
integrantes de la actual Corporación, se le iba a nombrar HIJO
PREDILECTO de la Muy Noble y Leal Fiel Ciudad, que él tanto amó.
Personalmente, a penas si le he tratado. Pero tengo la impresión de que era una persona atrayente, de trato exquisito y ameno diálogo. Sín embargo, hemos cruzado escritos en algunas ocasiones con motivo de noticias relacionadas con MONDOÑEDO y obran en mi poder tres libritos que dejó –con dedicatoria incluida- escritos sobre sus recuerdos y vivencias en los que su espíritu culto y curioso enriqueció y que de vez en cuando releo por añoranza -muchos nombres que cita ya me son conocidos- y que narran la vida en la sede episcopal allá por los años que van desde 1936 a 1951; el primero de los cuales, en su nota introductoria dice: “Mi padre, q.e.p.d. tenía una especial devoción a su Mondoñedo. Lo llevaba tan adentro que formaba parte de su propia existencia”. En el segundo, habla de su “VISION PANORÁMICA DEL MONDOÑEDO DE MI NIÑEZ”, y, el tercero y último, el titulado “MEMORIA DE UN MINDONIENSE: ROSENDO DE XIROS, que abarca desde 1940 a 1951, donde reseña su vida y el devenir de la ciudad. Escribe entre otras cosas: “Su vida seguirá los derroteros de cualquier criatura, pero con una obsesión: amar a la tierra que le vio nacer con toda la ilusión, con todo cariño, como si su pequeña ciudad fuese el centro del universo”. Considero oportuno decir, sin temor a equivocarme, que esa devoción se la había impregnado y heredado de su padre. Y ha decir verdad, que lo cumplió. De eso no hay duda. Me queda la admiración con la que asumió siempre su amor por su MONDOÑEDO natal, por el cual sentía auténtica veneración.
Su recorrido ha tocado a su fin y como mindoniense y desde este reconocimiento agradecido, quisiera finalizar con un particular y sentido pésame a sus hermanas Sras. Pepita y Elena y a su hermano Manolo, así como a sus parientes y amigos. Sus restos mortales reposan en el sacrosanto mindoniense. Descanse en paz.
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